Bepo. Vida secreta de un linyera by Hugo Nario

Bepo. Vida secreta de un linyera by Hugo Nario

autor:Hugo Nario [Nario, Hugo]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Memorias, Novela, Realista, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 1987-12-31T23:00:00+00:00


OCHO

A la distancia se veía un humo

espeso que se elevaba cientos de

metros e iba tapando el sol.

MANUSCRITOS, foja 56.

Seguí crotiando.

De golpe había aliviado mis penurias porque una entrada de bolsas por El Pensamiento me había hecho ganar más de medio canario. Estaba rico con esos cinco loros en la jaula. Podía esperar hasta la juntada sin sobresaltos, y andar por lo menos un mes y medio cara al cielo, en la vía y sin apuro.

Doblé cuidadosamente a lo largo cada loro por separado, abrí costuras del pantalón y de la blusa en cinco partes distintas, escondí en las aberturas cada billete y volví a coserlas. Con los dedos alisé las costuras hasta que no se notara que habían sido abiertas y que ocultaban algo. Ésta era una precaución linye que fuera de la vía casi nadie conocía: evitaba el robo de otros crotos o alguna «confiscación» de la autoridad.

¡Yo, guardando dinero! Dos años atrás estaba en La Movediza. Hacía varios días que no tenía para comer. Habíamos reorganizado el Club, yo era su presidente, pero no tenía para pagar la entrada a las tertulias y miraba de afuera. Le pedí a un amigo que estaba bien unos pesos. ¡Me dio diez mangos! Era mucha plata. Me encontré con la barra del club. Los invité a tomar un cinzano, en la Casa de Piedra. Y luego una vuelta y otra. Y después fuimos a un baile y me quedaban menos de dos pesos, compré una botella de anís y me quedé tan seco como antes, como esa tarde, y para el día siguiente no tuve qué comer. Pero ¡esa barra!, ¡cómo nos divertimos! Ahora, de croto, presente, sólo presente. Bagayera llena y corazón en paz.

Como la Puerto era una vía mansa, cruzada por muchos ramales, uno la usaba para tomar rumbos transversales. Anduve casi siempre solo, a veces con un compañero ocasional hacíamos ranchada común, seguíamos juntos dos o tres estaciones, y luego cada cual a su rumbo. Empezaba a acumular vida linye. Era exigente con las compañías y en cambio mis momentos de soledad eran cada vez más largos y apacibles.

Me aficioné a la crotiada arroyera. Donde veía un arroyo lindo, con buena arboleda, largaba el mono y acampaba algunos días, hasta que el carguero siguiente fuese más prometedor que la paz del arroyo.

Pero la Puerto tenía una contra: a favor de la mansedumbre de la policía, abundaban crotos mangueros. Sacaban la pistola, como decían cuando iban a pedir, batían la católica de puerta en puerta. Tras tocar y tocar hacían cosecha, dos o tres pesos. Y se iban.

Había crotos lerdos que pasaban una vez por año, para una fecha determinada, por los mismos pueblos y pedían en las mismas casas. Eran crotos con muchos años sobre el lomo o gente que no tenía ninguna habilidad ni físico para trabajos brutos. Me pregunto todavía si serían comerciantes o intelectuales que habrían quedado sin trabajo, y obligados a crotiar no tenían otro recurso que mangar. Éstos no lo hacían por vicio, pero los otros sí.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.